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La Casa de Comedias de Vélez-Málaga

Actualizado: 28 ago


Recreación de una casa de comedias en la Inglaterra del siglo XVI
Recreación de una casa de comedias en la Inglaterra del siglo XVI

UNA NOVEDAD DE LA ÉPOCA


Durante el siglo XVI surgió en España un modelo de teatro público que se instalaba en descampados, corrales o incluso en plena calle. Este fenómeno fue adquiriendo tanta importancia que las autoridades comenzaron a reconocer la necesidad de dotarlo de un marco espacial con mejores condiciones físicas, un recinto donde el pueblo, junto a nobles y prelados, pudiera disfrutar de la dramaturgia. Así nacieron las Casas de Comedias.


Muchos de estos teatros se levantaron en hospitales de caridad —como sucedió en Vélez-Málaga— con la misión de recaudar fondos para atender a los enfermos pobres, pues casi siempre estas instituciones se hallaban escasas de recursos.


El edificio seguía un patrón reconocible: un patio descubierto, de planta rectangular, en cuyo extremo se alzaba la tarima del escenario. En el lado opuesto se situaba la cazuela, espacio reservado exclusivamente a las mujeres, sobre la que se construían los camarines, o aposentos compartimentados destinados a las autoridades políticas y eclesiásticas. En los laterales, los palcos o tribunas, divididos igualmente en estancias, eran ocupados por las familias acomodadas de la ciudad. Finalmente, en el patio central permanecían los hombres de las clases populares, de pie o sentados en bancos.


Esquema ideal de la Casa de Comedias de Almagro (España)
Esquema ideal de la Casa de Comedias de Almagro (España)

Este reparto social del espacio era un reflejo de la sociedad estamental de la época, y resulta llamativo observar cómo se organizaba de manera inversa a los teatros actuales donde precisamente los asientos más caros y distinguidos están en el área del patio de butacas más cercano al escenario.

 

AUTORES, COMPAÑÍAS Y ESPECTÁCULOS


La gestión de los espectáculos recaía en los mayordomos del hospital, en colaboración con los cabildos municipales. Ellos se encargaban de contratar a las compañías de comediantes, dirigidas por los autores de comedias (que hoy llamaríamos directores), a quienes se adelantaba una suma de dinero para sufragar el transporte, los decorados, la vestimenta y el atrezzo.


Los ingresos se obtenían de la venta de entradas. Tras los balances de temporada, una parte se destinaba a devolver el préstamo, otra a las arcas del hospital y el resto quedaba en manos de los comediantes, siendo los autores los que recibían un salario mayor.


Las funciones comenzaban hacia el mediodía y podían prolongarse hasta bien entrada la tarde. En ellas se sucedían espectáculos variados. El volatín era el acróbata que realizaba saltos, piruetas y equilibrios sobre cuerdas, escaleras o andamios. Los juegos de manos eran ilusionistas o prestidigitadores que mostraban trucos con cartas, bolas, vasos, monedas, pañuelos o pequeños objetos, lo que hoy llamaríamos magia de cerca. Luego estaban los titiriteros, que contaban historias cómicas, morales o de aventuras, a menudo acompañadas de música y canciones. La representación teatral era la culminación del programa: la auténtica “guinda del pastel”.


Función de volatines
Función de volatines
Representación de titiritero
Representación de titiritero
Recreación de un juego de manos
Recreación de un juego de manos

A lo largo de los siglos XVII y XVIII, las casas de comedias sufrieron prohibiciones y contratiempos. Las causas fueron diversas: Los lutos de la Casa Real, que paralizaban durante meses todas las actividades públicas; la moral religiosa, que veía en las comedias un peligroso foco de inmoralidad, por los temas de amores ilícitos, celos y engaños; el desprecio social hacia actores y actrices, considerados marginales o indignos.

 

LA CASA DE COMEDIAS DE VÉLEZ-MÁLAGA


Según los datos recopilados en la obra “el Hospital de San Juan de Dios. Vélez-Málaga” por José Manuel Salcedo Pérez, ya existía una casa de comedias en Vélez a principios del siglo XVII en la Plaza de la Coronada. No obstante, en 1658, el mayordomo Pedro de Espino propuso al cabildo construir un edificio adosado al hospital de San Marcos (actual MVVEL). El presupuesto ascendía a 500 reales —unos 6.500 euros actuales—, con la promesa de que los beneficios teatrales servirían para costear la atención a los pobres enfermos. El cabildo aprobó la propuesta e incluso elevó la suma a 600 reales. Poco después se obtuvo la licencia real.


Para 1662 la casa de comedias fue completamente terminada. Aprovechando partes del patio central y muros laterales del hospital, contaba con un escenario con escotillones (trampillas escénicas), seis camarines, dos palcos e incluso una cazuela para las mujeres, a cuya estancia se entraba por el granero. El patio central estaba cubierto por un toldo para protegerse del sol y la lluvia. Los camarines fueron comprados por regidores, oficiales del ejército y familias pudientes como las de Juan López de Santiago, Juan Villena, Juan de Lucena, Alonso Bravo, Antonio Carrión y Antonio Enríquez.


Los primeros años fueron muy prósperos. En 1662 se recaudaron 102.032 maravedíes, de los cuales el hospital recibía 8 maravedíes por cada entrada.

 

EPIDEMIA Y CAMBIO DE GESTIÓN


Entre los años 1676 y 1679 la gran peste de Viena azotó a buena parte de las ciudades portuarias del Mediterráneo. La epidemia apareció primero en Cartagena y desde aquí se expandió por el Levante español, llegando a Málaga en 1678. Viéndose los médicos desbordados por la gran cantidad de contagios, los hermanos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios de Granada se trasladaron a la capital malagueña para ayudarlos en el Hospital de la Caridad. Cuando la situación se normalizó, la corona española, en gratitud por sus servicios, le otorgó a esta orden el usufructo del hospital. Lo mismo pasó al de Vélez, que pasó a manos de los hospitalarios en 1680.

 

EL TESTAMENTO DE UN COMEDIANTE


La muerte de la reina madre Mariana de Austria en 1696 sumió al reino en luto y las representaciones quedaron suspendidas durante seis meses. En ese tiempo, el autor Manuel de Santos, junto a su compañero Juan García, había preparado una obra para Vélez. El procurador del hospital, fray José Galán, le había adelantado 1.600 reales para los gastos.


La enfermedad sorprendió a Manuel de Santos y, antes de morir, dejó en su testamento constancia de que ese dinero ya había sido entregado a la compañía, la cual debía responder de la deuda. Una vez levantado el luto, la compañía —ahora en manos de un nuevo director llamado José Ferrer— reconoció la obligación. Con la reapertura de la temporada teatral el 4 de noviembre de 1696, pudieron por fin saldar las cuentas pendientes.


Personajes de una obra dramática del siglo XVII
Personajes de una obra dramática del siglo XVII

OBRAS, ACTORES Y ACTRICES


La mayor parte de las obras representadas se ha perdido, pues se escribían con un fin práctico y efímero. Sabemos, sin embargo, de algunos títulos de éxito de autores malagueños, como El ser verdugo es nobleza de Diego Vallejo o El socorro de los mantos de Francisco Leiva.


Los contratos conservados nos hablan de compañías como las de María de Segura, Bernardo de la Vega, Margarita Zuazo, Antonio Correa o María de Rojas. Desafortunadamente no se conservan los nombres de músicos, acróbatas, titiriteros y prestidigitadores que amenizaban las funciones con tanto empeño y dedicación. Las temáticas de las piezas teatrales seguían las corrientes de la época: enredos cortesanos, celos y damas disfrazadas, cuestiones de honra, devociones locales y sátira costumbrista. En esto no hemos cambiado mucho, si lo comparamos con la emisión de los actuales reality show.

 

EL OCASO Y LA EXPULSIÓN DE LOS COMEDIANTES


En el siglo XVIII, los teatros a la italiana, con escenarios en arco, palcos superpuestos y lujosa decoración, se impusieron como modelo de modernidad. Las casas de comedias fueron quedando en desuso.


En Vélez-Málaga, el episodio más dramático llegó en 1753, cuando el licenciado Luis Bernal de Vallejo firmó un decreto que prohibía la presencia de actores en la ciudad. La orden recaía sobre la compañía de Antonio Vilches y obligaba a los cómicos a abandonar el municipio en un plazo de tres días, bajo amenaza de sanción.


Para aquellos hombres y mujeres de teatro, que vivían ya tiempos de decadencia, la expulsión significó no sólo perder su sustento, sino también el destierro simbólico de su arte. Con ese mandato se ponía fin a más de un siglo y medio de vida teatral en Vélez-Málaga.


La historia de Antonio Vilches y los suyos quedó como un símbolo del ocaso de las casas de comedias, un modelo teatral brillante pero frágil, siempre a merced de los vaivenes de la política, la moral y la religión en la España del Antiguo Régimen.


FUENTES







 
 
 

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