La fuga
- Chesko González
- 18 ago
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Actualizado: 20 ago

CONTEXTO
La historia que vamos a contar hoy le sucedió a un vecino de Vélez-Málaga en una de tantas guerras declaradas a lo largo del siglo XIX.
Todas las guerras necesitan su casus belli. La que aquí nos ocupa se produjo como consecuencia del Tratado de Fontainebleau (1807), en virtud del cual el valido del rey Carlos IV, Manuel Godoy, permitió que las tropas napoleónicas atravesaran España con la excusa de atacar Portugal. Sin embargo, lo que comenzó como un simple traslado de fuerzas terminó convirtiéndose en una invasión en toda regla. Los ejércitos franceses permanecieron en territorio español, obligaron al rey Carlos IV y a su hijo Fernando VII a abdicar y entronizaron a José Bonaparte, hermano de Napoleón, un monarca al que la mayoría de los españoles consideraban un intruso.
El 2 de mayo de 1808 los madrileños se amotinaron y la capital se convirtió en un campo de batalla. Los franceses reprimieron duramente la revuelta —extraordinariamente reflejada en el cuadro de Francisco de Goya Los fusilamientos—, pero aquello no logró apagar la mecha de la rebelión. España entera se alzaba contra el invasor francés. Comenzaba, así, la Guerra de la Independencia.

En un principio, los vecinos de Vélez-Málaga siguieron los acontecimientos desde la distancia, aunque se percibía cierta tensión entre los llamados afrancesados —simpatizantes de Napoleón— y los fernandinos —partidarios del rey legítimo Fernando VII—. Esta división alcanzaba incluso la esfera política. El corregidor veleño José Bravo y Heredia era, por ejemplo, un fiel aliado del vicecónsul francés Bernardo Fontán. Las antipatías del pueblo contra Bravo alcanzaron su punto álgido el 8 de junio de 1808. Sin contar con su permiso, el regidor Antonio Carrión Torrentes enarboló el pendón de la ciudad proclamando a Fernando VII rey de España, mientras las campanas repicaban y se disparaban varias salvas. De pronto, una multitud de vecinos quemó retratos de Napoleón frente al Ayuntamiento. Bravo intentó sofocar el tumulto, pero la muchedumbre le arrebató la vara de mando y acto seguido nombró a Pedro de Bourman nuevo corregidor. Para salvarle la vida, se encarceló al ex corregidor y fue trasladado a Granada. Allí lo recluyeron en la Cartuja, donde poco después fue asesinado por una turba junto con otro veleño afrancesado, Bernabé Portillo. Los instigadores de este asesinato fueron enardecidos por el fraile Juan Roldán, quien, durante la misa del Corpus Christi, leyó en voz alta los nombres de las víctimas de los franceses con el fin de azuzar a la masa.

UN DISTINGUIDO PATRIOTA
Tras la invasión napoleónica se produjo un vacío de poder. Entonces se crearon las Juntas Locales y Provinciales, que organizaron ejércitos, reclutaron milicias y promovieron guerrillas. Muchos vecinos veleños se alistaron entusiasmados para luchar contra el invasor. Uno de ellos fue el notable Francisco Lasso de la Vega, nombrado teniente de granaderos del Regimiento Provincial de Málaga, integrado en la 3.ª División de Andalucía. En este cuerpo del ejército participó en batallas importantes: defendió el Puente de Alcolea, primer enfrentamiento campal en Andalucía entre un ejército español relativamente organizado y las fuerzas francesas en mayo y junio de 1808; luchó en Bailén y en Tudela, hasta que su suerte cambió en Uclés.

UNA BATALLA PERDIDA
Tras el avance francés al sur del Tajo, a comienzos de diciembre de 1808, el maltrecho Ejército del Centro fue reorganizado por el duque del Infantado en torno a Cuenca. Se constituyó una División de Vanguardia al mando de Francisco Javier de Venegas (con los brigadieres Pedro Agustín Girón y Antonio Senra), compuesta por unos 10.000 hombres mal equipados y con la moral baja; incluso una epidemia de tifus diezmó a la tropa. Poco después, atacaron en Tarancón (25 de diciembre), donde la infantería española rozó el éxito, aunque una nevada impidió explotar la victoria.

La acción se prolongó desde el amanecer hasta las tres de la tarde, comenzando en el pueblo de Tribaldos. Cercados por todas partes por la caballería e infantería enemigas, y tras los esfuerzos del brigadier Pedro Agustín Girón —en cuyo batallón servía Francisco Lasso de la Vega como ayudante y sargento mayor interino— para abrir paso, se reconoció la inutilidad de todo empeño. Girón se retiró con los oficiales que disponían de caballos, abriendo una brecha en el cerco francés sable en mano. Francisco, sin embargo, no tuvo la misma suerte.
PRISIONERO DE LOS FRANCESES
La batalla concluyó con la victoria de las tropas francesas. Francisco y otros soldados españoles fueron hechos prisioneros. Los despojaron del equipaje: dinero, relojes e incluso las botas. Sus captores mostraban especial interés por los gorros militares, que coleccionaban.
Al caer la noche, los prisioneros durmieron en el campo. Francisco y otros oficiales fueron conducidos a la iglesia del Alcázar del Rey. Entre ellos había muchos heridos, que tuvieron que vendarse con los manteles de los altares.
Al día siguiente fueron trasladados a Uclés, donde presenciaron un espectáculo atroz: varios canónigos habían sido ahorcados en los cuartos altos del célebre convento de la Orden de Santiago, mientras otros cadáveres yacían por el suelo atravesados por las armas. Al segundo día partieron hacia Madrid, a donde llegaron tras ocho jornadas de marcha, siempre a pie y sin otro sustento que una corta ración de pan y tocino.
En Madrid, las tropas francesas los recibieron con altanería, al son de la música militar, y los alojaron en el Buen Retiro, donde permanecieron tres días, sin más cama que las tablas ni más alimento que el pan de la tropa.
Pasado este tiempo, se presentó un oficial español desertor, Francisco Palacio, que lucía ya la divisa del ejército francés. Trató de persuadirlos para que se pasaran al enemigo y sirvieran al rey José, alegando que casi todas las provincias estaban rendidas a las armas napoleónicas. Para convencerlos les mostró una gaceta que así lo confirmaba. Muchos oficiales y soldados, engañados, se pasaron y se dijo que irían a formar nuevos regimientos. Sin embargo, la mayoría prefirió ser fiel al rey Fernando VII y afrontar las duras consecuencias del cautiverio.
LA HUIDA
A los ocho días de su estancia en Madrid, los prisioneros emprendieron a pie el camino hacia Francia. Durante la marcha, era ejecutado todo aquel que se rendía al cansancio o no podía seguir el paso: enfermos o desmayados eran abatidos sin contemplaciones. Las penurias fueron innumerables. La primera jornada, desde Uclés a Madrid, cubrieron ocho leguas, llegando tan agotados que tenían los pies entumecidos y llenos de llagas. Después continuaron hacia el norte y, tras tres días de camino, descansaron en Segovia, donde fueron encerrados en el convento de Santo Domingo.
Allí, un piadoso religioso llamado José García ocultó a Francisco Lasso de la Vega en los desvanes del convento y, llegada la noche, lo condujo a su celda. Lo disfrazó con zapatos, medias, chaleco, chaqueta y un sombrero de clérigo. Así pudo salir por la puerta de la Botica. En la calle lo esperaba un desconocido que lo llevó a la casa de otra persona, donde permaneció unas horas, y luego a otra vivienda, donde se ocultó ocho días. Pasado ese tiempo, le proporcionaron un pasaporte falso a nombre de Cayetano Gutiérrez. A su asistente, Juan Lozano, también fugado, le dieron otro a nombre de Juan Díez.
La ruta de evasión siguió por El Barco de Ávila, Navaconcejo, Plasencia, Pozoblanco y, finalmente, Sevilla, donde se presentó ante la Junta Central. Nada menos que unos 840 kilómetros.
Francisco Lasso de la Vega arribó a Vélez-Málaga en diciembre de 1809, exhausto, sucio y casi desnudo. La Junta de Gobierno de la ciudad lo recibió como un héroe y envió una carta al rey Fernando VII solicitando su protección y reconocimiento en premio a la lealtad y heroísmo demostrados, antes de que se reincorporara de nuevo a los frentes de guerra.


FUENTES
La guerra de la independencia en Vélez-Málaga y en la Axarquía: guerillas y contraguerrillas. Marion Reder Gadow, Pedro Luis Pérez Frías. Baética: Estudios de Historia Moderna y Contemporánea, ISSN-e 2695-7809, ISSN 0212-5099, Nº 31, 2009, págs. 411-438
Málaga y provincia en la guerra de la independencia
Marion Reder Gadow. Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, ISSN 2253-9263, Nº. 21, 2009, págs. 185-205
Jon Valera Muñoz de Toro. Isla de Arriarán: revista cultural y científica, ISSN 1133-6293, Nº. 36, 2010, págs. 101-113
Control de Juntas Territoriales de Vélez-Málaga. PARES. Portad de Archivos Españoles.
WIKIPEDIA.
BNE Hemeroteca.







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