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La rebelión morisca en la Axarquía

Actualizado: 20 ago


Recreación de la rebelión de las Alpujarras por el ilustrador Jordi Bru
Recreación de la rebelión de las Alpujarras por el ilustrador Jordi Bru

El 27 de abril de 1487 la ciudad musulmana de Vélez-Málaga se rindió. Una semana después, las tropas cristianas desfilaban por las calles de la medina (actual barrio de la Villa) hasta la alcazaba. Se escribía así un nuevo capítulo de la historia local.

 

Una parte de la población mora fue expulsada del reino. Otra parte, desplazada a los pueblos montañosos de la comarca de la Axarquía. Se les prohibió habitar la zona de la costa, ya que se temía que auxiliasen al enemigo por vía marítima.

 

Estos musulmanes fueron llamados mudéjares, que del árabe “mudayyan” significa domesticado, sometido. En un principio, se les respetó su lengua, religión y costumbres a cambio de pagar altos tributos que solían reunir gracias a sus actividades laborales. Expulsar a la comunidad musulmana habría significado un desastre económico, ya que la guerra contra el reino nazarí de Granada no había concluido aún y el proceso de repoblación llevaría su tiempo. Además, los mudéjares eran expertos labriegos y empleaban sofisticadas técnicas de riego. Incluso eran excelentes albañiles, protagonistas de la transformación de las mezquitas en iglesias, artífices de un arte que hoy en día es considerado una delicia arquitectónica. Por lo tanto, los nuevos señores de las tierras los tenían en buena consideración y veían en ellos una mano de obra con la que podrían enriquecerse. De ahí un dicho: «quien tiene moro, tiene oro».

Velez – Malaga. Grabado de 1715 por Pierre van der Aa.  Procede de la obra, Les Delices de L’Espagne et du Portugal, Juan Álvarez de Colmenar.
Velez – Malaga. Grabado de 1715 por Pierre van der Aa. Procede de la obra, Les Delices de L’Espagne et du Portugal, Juan Álvarez de Colmenar.

5 años más tardes, en 1492, Los Reyes Católicos conquistaron finalmente Granada, el último bastión nazarí. Esto significó el final de ocho siglos de dominación musulmana en la península ibérica. La idea de un territorio unificado por una sola religión, la católica, se pone en práctica ese mismo año con la polémica expulsión de los judíos del reino de Castilla y Aragón dirigida por el Tribunal de la Santa Inquisición. Poco después, en 1501, les tocó el turno a los mudéjares. Se les dio la opción del exilio o convertirse al cristianismo. Muchos se marcharon al norte de África, mientras que miles de ellos se quedaron aquí, en una tierra que consideraban suya desde tiempos inmemoriales. Se produjeron bautismos masivos y a estos cristianos nuevos se les llamó “moriscos”.


Moriscos de Granada bailando y tocando zambras.  Miniatura del Tractenbuch ('Códice de Trajes') de Weiditz. 1529. (Fuente. Wikipedia)
Moriscos de Granada bailando y tocando zambras. Miniatura del Tractenbuch ('Códice de Trajes') de Weiditz. 1529. (Fuente. Wikipedia)

Durante los años siguientes, la presión fiscal sobre este grupo se acrecentó hasta el punto de generarse fuertes fricciones entre cristianos viejos y cristianos nuevos. Los unos desconfiaban de los otros, pues creían que seguían profesando el islam en secreto. Pero la verdad era que estaban sufriendo un rápido proceso de desmemoria y sincretismo con el cristianismo. No así ocurría con su cultura, gastronomía y costumbres, que continuaban muy vivas entre ellos.


Y aquí nos paramos en el año 1565, cuando se promulgó una nueva ley de censura, la llamada pragmática sanción. Se les prohibió hablar su lengua (el árabe), vestir con sus ropas tradicionales, usar los baños árabes, cocinar sus recetas, cantar sus canciones, etc. Muchos jóvenes se negaron a acatar estas disposiciones y huyeron al monte, convirtiéndose en forajidos, en una versión parecida del bandolero del siglo XIX, o del maquis del siglo XX. Se les conocía por el nombre de “monfíes”, que en árabe significa “desterrados”.


Tras la pragmática sanción, el reino de Granada se convirtió en un polvorín a punto de explotar, como así explotó la navidad de 1568. Los moriscos que vivían en las Alpujarras se rebelaron, produciéndose una guerra que duró tres sangrientos años.


En la Axarquía casi el 90% de la población era morisca. Las relaciones entre cristianos viejos y moriscos fueron diferentes dependiendo de la zona. En Canillas de Aceituno, Comares, Sedella y Salares (todos estos pueblos pertenecían al señorío de Diego Fernández de Córdoba), existía una pacífica simbiosis. No así en Vélez-Málaga, bastión militar y de mayoría cristiana.


Según las crónicas de los historiadores de la época Luis de Mármol Carvajal y Juan Vázquez Rengifo, semanas después de haber estallado la guerra en las Alpujarras, un grupo de moriscos se reunió clandestinamente en un molino de la carretera de Sedella. Allí se encontraba un tal Almueden, un monfí de las Alpujarras, el cual les contó cómo Aben Humeya se había levantado y pretendía traer huestes a esta zona del reino con ayuda de piratas berberiscos. Fue testigo de aquella reunión Luis Méndez, regidor de Canillas de Aceituno, también de origen morisco, el cual se negó a secundar el alzamiento. Entonces, uno de los congregados, un monfí de Sedella de nombre Andrés Xoreyrán, acompañado de otro llamado Abén Audalla, al mando de una cuadrilla de monfíes forasteros, planearon un asalto a la venta de Pedro Mellado (ubicado entre Zalia y el puerto de Zafarraya). Resultado de esta acción fue el robo de 100 ducados y la muerte de 9 cristianos.

Aspecto de los Moriscos de Granada.  Miniatura del Tractenbuch ('Códice de Trajes') de Weiditz. 1529
Aspecto de los Moriscos de Granada. Miniatura del Tractenbuch ('Códice de Trajes') de Weiditz. 1529

Este acto de pillaje fue el detonante de la revuelta aquí en la Axaquía. De Vélez-Málaga salieron unas 600 personas, entre voluntarios y soldados, dirección a Canillas de Aceituno para hacer justicia. El alcalde de este pueblo, Gonzalo de Cárcamo, se negó a que la hueste entrara en el pueblo y descargara su ira contra la pacífica población morisca de este lugar, alegando que esas tierras eran señorío del marqués de Comares y que, por lo tanto, necesitaban un permiso especial. Pero el alcaide mayor de justicia, Pedro Guerra, les consiguió tal salvoconducto. Entraron en el pueblo, maltrataron a los vecinos y prendieron a 12 supuestos culpables, entre ellos al corregidor Luis Méndez, los cuales fueron llevados a la prisión de Vélez, torturados y, luego, ahorcados.


El miedo se disparó. Los cristianos viejos de los pueblos del interior se parapetaron en las fortificaciones y cerraron las puertas, dejando a los moriscos fuera de ellas. No obstante, la comunidad morisca seguía en actitud pasiva, aunque temía que el brazo de la justicia cristiana cayera sobre ellos sin piedad, pues estaban en el punto de mira.


Entonces, se ordenó el arresto de todos los líderes moriscos de la comarca, entre ellos el de Hernando el Darra de Frigiliana y el viejo Martín Alguacil de Cómpeta, descendientes ambos de antiguos jefes nazaríes. Estos, viéndose ya totalmente amenazados, exhortaron a la comunidad morisca para que abandonaran sus hogares. De este modo, alrededor de cuatro mil hombres, mujeres, niños y ancianos recogieron sus pertenencias y se refugiaron en un peñón escarpado llamado el Fuerte de Frigiliana. Algunos pueblos como Arenas, Canillas de Aceitunos, Comares, Damilas, Sedella o Salares, se quedaron prácticamente desiertos.  


El viejo Martín Alguacil escribió la siguiente proclama:


Hermanos y hermanas que pensabais estar libre de esta mala ventura que los alpujarreños han promovido. Bien veis el pago que nos dan por nuestra lealtad, pues por un desatino que hicieron unos monfíes forasteros, en compañía de algunos mozos livianos y de poco entendimiento en la venta de Pedro Mellado, quiere la justicia de Vélez, destruirnos a todos. No se contentan con haber matado muchos de nuestros amigos y parientes, que sabemos que ni fueron en ello ni aún lo supieron, condenándolos con crueles invenciones de los tormentos, y como si no les pesase ver que, estando toda la nación morisca alborotada, sólo nosotros estamos quietos en nuestras casas (…) la muerte es cierta. Yo pienso emplearla donde al menos no quede sin venganza, defendiéndose nuestra libertad. Si muriésemos peleando, la madre tierra recibirá lo que produjo (…)”.


Según las fuentes antes citadas, se reunieron en Vélez-Málaga 800 soldados y 100 unidades de caballería al mando del corregidor Arévalo de Zuazo. Entre la soldadesca había dos compañías venidas de la capital. Un 28 de mayo de 1569 partieron hacia el fuerte de Frigiliana y un día después se encontraban en las inmediaciones del mismo.

 

El fuerte de Frigiliana no era más que un promontorio en el corazón de Sierra Almijara rodeado de laderas infranqueables. Los moriscos allí refugiados intentaron levantar defensas con muros de mampostería de mala calidad y esperaron a los atacantes con palos, chuzos, piedras, ruedas de molino, antorchas, cuchillos, hoces, algunas viejas ballestas y unos pocos arcabuces. Cualquier instrumento cotidiano se había convertido en un arma.  

Recreación en vivo de la rebelión de los moriscos en Laujar (Almería)
Recreación en vivo de la rebelión de los moriscos en Laujar (Almería)

El primer enfrentamiento se produjo el 29 de mayo de 1569. Los asediadores se envalentonaron e intentaron escalar el peñón sin formación ni táctica. Desde arriba, los asediados descargaron una feroz lluvia de piedras que hizo retroceder a los soldados cristianos. Las bajas de aquel día fueron de 110 moriscos y 20 cristianos.


Aquel fallido ataque hizo que el corregidor Arévalo de Zuazo pidiera ayuda a don Juan de Austria, a quien el rey Felipe II le había encargado sofocar la revuelta en las Alpujarras. Éste le envió al Comendador Mayor de Castilla, Luís de Zúñiga y Requesens con 5.000 soldados, caballeros y arcabuceros, la mayoría tercios de Italia y algunos mercenarios.


El 9 de junio de 1569 la potente tropa cristiana rodeó el fuerte. La batalla duró todo el día. Fue terrible y sangrienta. Disparos de arcabuz, flechas, piedras, objetos en llamas, incluso personas caían desde Las peña. Aun cuando la ventaja de las alturas era una baza a favor para los moriscos, los tercios consiguieron llegar a la cúspide. Niños, ancianos y mujeres intentaron huir por estrechos y escarpados senderos, de tal modo que bajo la presión del miedo y del hostigamiento de los atacantes acabaron despeñados. Al mismo tiempo, los soldados cristianos iban saqueando todo lo que encontraban a su paso. Murieron en total 2.000 moriscos y 800 cristianos, según Carvajal y Rengifo.


Después de la batalla, y durante varios años más, aún quedaban algunos monfíes resistiendo en la sierra, pese a que la corona otorgaba 20 ducados por cada “cabeza de moro”.  


Las consecuencias de la batalla del peñón de Frigiliana fueron catastróficas. Más de dos mil moriscos fueron deportados a otras partes del reino de Castilla a partir de 1580. Fueron llevados lejos de sus hogares, o bien fueron esclavizados. Veintidós localidades axárquicas quedaron deshabitadas. Para repoblar la comarca tuvieron que venir colonos de Asturias, Galicia, León y Burgos.


Los únicos moriscos a los que se les permitió quedarse fueron ancianos, inválidos, mujeres casadas con cristianos viejos y niños huérfanos. Tales fueron los casos de las familias de Juan de Haro y Hernán Ximenez (Iznate), Alonso Gibe, Juan de Guzmán, Juan Alhage, Leonor Zayda, Isabel Gómez (Benamocarra) y varios líderes que se encontraban en la cárcel de Vélez y de Nerja, a quienes se les dio el encargo de mediar en el expolio de las propiedades de su gente, perdiendo para siempre sus molinos de harina, hornos de pan, ingenios de azúcar, tiendas, almazaras, herrerías, etc.


Poco tiempo después, entre los años 1609 y 1613, estos moriscos desplazados de la Axarquía, junto a los 350.000 de todo el reino, fueron expulsados de España para siempre.


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