Un crímen sin resolver
- Chesko González
- 20 sept
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 21 sept
6 de marzo de 1915. José Aparicio Bueno, vecino de Vélez-Málaga, había alquilado una casa en la calle Murcia, en cuyo patio se dispuso a realizar obras para igualar el suelo junto a un pozo. Entonces, mientras cavaba una zanja, descubrió restos óseos.
Rápidamente se puso en contacto con las autoridades, que realizaron una excavación de urgencia durante la cual aparecieron hasta once esqueletos humanos, varios de cuyos cráneos estaban aplastados. ¿Qué había ocurrido en aquel lugar?

La policía inició la investigación. Un médico forense examinó los restos y dedujo que aquellos cuerpos llevaban enterrados entre doce y quince años. Se barajó la posibilidad de que en el pasado hubiera existido allí un cementerio, convento o iglesia antigua. Incluso consideraron que podría tratarse de un “huerto francés”, nombre con el que se conocían las fosas comunes de la Guerra de la Independencia. Sin embargo, aquella hipótesis carecía de sentido en un lugar como ese y dada la temporalidad de las muertes.
Las pesquisas terminaron señalando al anterior inquilino, Francisco Bermúdez Ariza, alias San Alejo. Este había fallecido el 30 de junio del año anterior —por alguna razón, el arrendador de la vivienda tardó nueve meses en volver a alquilarla—. La vida de San Alejo siempre había estado rodeada de misterio y los vecinos lo tenían por un hombre de mala reputación. Se rumoreaba que no tenía amigos, que nunca trabajaba y que solía llevar grandes cantidades de dinero en el bolsillo, fruto al parecer de su adicción a los juegos de cartas. Además, pasaba largas temporadas fuera, sin que nadie supiera dónde.

La policía entrevistó a una expareja del sospechoso, María Cabezas, apodada la Canillera, por si podía aportar más información a la investigación. Sin embargo, ella aseguró no saber nada, ya que tras convivir con él un año lo abandonó debido a los malos tratos que sufrió. También interrogaron a la hermana del sospechoso, pero sin resultados.

¿Se trató realmente de un asesino en serie? Nunca lo sabremos. Francisco Bermúdez se llevó el secreto a la tumba. Lo que sí llegaron a conocer las autoridades fue que este hombre cometía sus crímenes, posiblemente, durante las partidas de cartas que se prolongaban hasta altas horas de la madrugada. La noticia del hallazgo de los restos óseos en Vélez-Málaga corrió como la pólvora por todos los periódicos nacionales. Editoriales como El Globo, El Imparcial, El Diario Español o La Unión Ilustrada se hicieron eco de ello.

Tiempo después, aquella casa de la calle Murcia se convirtió en un lugar encantado. Se decía que en su interior se oían ruidos extraños y los vecinos creían ver sombras desplazándose por las ventanas. ¿Eran los fantasmas de las personas asesinadas? Un interrogante que jamás tendrá respuesta por ser éste un crímen sin resolver.
FUENTES
BNE Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España.
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